Por Enrique Gil (alumno de 1º Bachillerato).
Me gustaría
mencionar comentarios que he escuchado y que me han ayudado a comprender como
ve el público nuestra interpretación.
En primer
lugar, una pregunta que me hicieron ya hace un tiempo, muy curiosa en mi
opinión (si a ti, lector, no te lo parece, eso me da igual): “¿Cómo os
aprendéis esos papeles tan largos?”
Me llamo
mucho la atención. Pues bien, aunque no lo parezca, estudiamos los textos, y
preparamos mucho la obra desde tiempo antes. Y no creáis que nos acordamos de
todo en el escenario en la hora definitiva, pues con los nervios se nubla la
memoria (cosa que me paso una vez, y que mala sensación da), o se da el caso de
ciertos problemas, propios y de los otros actores. Una vez casi tiro un panel
de decorado, y lo agarre como pude. Y la gente se reía. Mucha casualidad…
Y en otra ocasión alguien no salía. Y yo allí diciendo lo que se me ocurría.
Lo mejor es que cuando la cosa parecía estar solucionándose (no es ironía), una
caída de una caja tras la escena causo tal ruido en el escenario, que entre el
miedo de que se hubiera escuchado mucho, y que se notara el fallo entero (que
para el público, no sé cómo, no tuvo lugar), era para morirse de risa. Qué
bueno fue eso (parece que fue hace 30 años diciéndolo así).
Otra cosa
es lo que paso el año pasado, cuando
unos mamones ignorantes (viva la libertad de expresión) me decían que “apenas
salía en la obra”. Puede que fuera cierto, pero la cantidad de intervenciones
no importa. Lo importante es la preparación del personaje, viendo cómo debe
actuar este según como es, de forma que un personaje sencillo, si está bien
preparado (lo cual no sé si fue mi caso), qué más da si sale toda la obra que
si solo dice unas palabras. Con gestos se consigue mucho.
Pero de esto
tal vez hable en otra ocasión (muchos ya os estaréis cortando las venas viendo
esto) Así que ahí os lo dejo.
Y la próxima
semana, ¡HABLAREMOS DEL GOBIERNO!
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